Entrevistas

Paula López Droguett

por | Feb 14, 2022

Artista visual y docente. Nace en 1987 en Santiago Chile.
 Vive actualmente en Valparaíso Chile, es artista visual con formación en CINE, FOTOGRAFÍA Y ARTES VISUALES.
 Ha recibido el premio portafolio review en San José foto festival Uruguay. El premio mejor portafolio del año FIFV 2017, el premio de arte contemporáneo Fragua 2017 y el premio FOCCO 2015 de fotografía.

Has hablado en otra ocasión sobre el origen emocional de tu trabajo, cuéntame un poco ¿cómo se relaciona el proceso creativo con esta emocionalidad?

Mi trabajo tiene que ver con lo emocional pero no me atrevería a decir que parte desde ahí, mirándolo con más distancia, siempre trabajo temáticas autorrepresentativas o autobiográficas, y lo hago desde las cosas que he ido observando en otras y en lo que me ha pasado a mí también, entonces desde ahí yo diría que la emoción es importante, pero no ajena a un conocimiento y a una investigación y a un desarrollo que tiene que ver más que con el taller con lo investigativo, con lo formal investigativo…y este proceso lo llevo a cabo fundamentalmente en temáticas de género, y también cuando lo hago en proyectos con implicancias más políticas, cuando participo en las colectivas esa observación e investigación está presente igual pero mediada por conversaciones y estudios..
Podríamos decir entonces que la obra Maternidad surge de un proceso de observación sobre tu propio cuerpo…
«Maternidad» es un trabajo desde lo emocional…quedo embarazada y empiezo a vivir y experimentar sensaciones, estados de ánimo fluctuantes, y todo lo que significa volverse «madre», el cambio de vida que eso significa desde el embarazo, y entonces empiezo a fotografiar para entender, también para dejar una constancia en la memoria, como una especie de «bitácora de» , escribo y fotografío sin saber mucho lo que va a pasar ahí, como va a finalizar la obra, sino simplemente haciéndose cargo del proceso de lo que está pasando…me empiezan a pasar diversas cosas, relacionadas al cambio corporal, a lo que significa esa experiencia remecedora, y a esto viene a sumarse después lo «social»; porque empiezan a aparecer los comentarios de las personas en la calle, las de mi propia familia, de amigues, se empieza a perder como el rol identitario, «personal», dejo de ser «yo», me transformo en madre, y todos empiezan a comentar y a decirme qué hacer y sumándole a esto la violencia obstétrica, entonces me empiezo a dar cuenta que el «ser madre» es en definitiva una imposición de género, conlleva y significa un montón de cosas que se supone como sociedad pero que en verdad no es la maternidad que quiero ejercer…y frente a esto entonces decido desde donde quiero trabajar la obra, qué quiero contar, por qué puede ser importante para otres, qué de global tiene lo autobiográfico, y así teniendo esa información empiezo a editar y seleccionar las imágenes que ya había hecho..

También has hablado de «recolección», de desechos. Sabemos que en la historia de la fotografía existen muchos ejemplos de obra en base al trabajo de recolección, cuéntame un poco ¿cómo se da ese proceso? ¿qué tipo de recolección haces?

Lo he hecho en diferentes obras y de una manera distinta, en «Maternidad», ahí fue como super primitivo y animal, empecé a guardar todo, las cajas de los remedios que me quedaron, las vitaminas, tengo todos los papeles, las «ecos», cuando nació Pedro el cordón umbilical, las primeras uñas, los primeros cortes de pelo, la primera ropa, absolutamente todo, como una necesidad super primitiva de encapsular, de que esto es real y que está pasando, y que es super rápido, porque en el Maternal pasa algo con el tiempo que encuentro que es interesante sobre todo en los primeros años, porque cada día es un universo muy grande, la guagua cambia mucho, pasan muchas cosas, tus formas y actividades cambian al mil por ciento, entonces se me hizo como urgente hacer presente eso…

Y en el Proyecto y libro «Este cuerpo no es mío», ¿en qué momento surgió ese proceso?

«Este cuerpo no es mío» es un trabajo que empecé a hacer en Buenos Aires, y que tiene relación con el ejercicio de poder que ejerce un otre sobre el cuerpo femenino, ya sea otra mujer, un hombre, la publicidad o la sociedad misma, como esa sensación de que el cuerpo femenino tiene que responder a ciertos cánones de belleza y por los cuales se le exige…frente a eso empecé a buscar diferentes formas de acercarme, una de esas fue fotografiar a chicas, fotografiarme a mi misma también, el resultado no me gustó, era demasiado cercano, no lograba objetualizar el cuerpo, transformarlo como en objeto, entonces fui probando y descartando, por ejemplo me metí completamente con la publicidad, pero tampoco me gustó porque eran cuerpos que se saben maniquíes, que se saben «ajenos”, no eran «cuerpos reales» para mí, entonces descarté eso rápido, y llegué al momento de encontrarme con el archivo de un médico cirujano en Argentina y empecé a utilizar ese archivo. En la Argentina era muy común encontrar en esa época, incluso antes, Centros de Estética, de operación, donde te podías rehacer las tetas y todo de forma simple, en la casa de un médico, sin necesidad de ir más allá; ese archivo fotográfico fue tremendo porque me encontré con cuerpos fragmentados, con cuerpos de mujeres muy a nivel de carnicería, la relación del antes y el después de la intervención, el fragmento de lo que se desea, muchas mujeres enrocándose los cuerpos básicamente, me llamó mucho la atención porque mostraba esa carencia de que nunca hay una perfección, nunca hay una comodidad en relación al cuerpo femenino, me empezó a servir mucho y el libro «Este cuerpo es mío» es un material de archivo.

Me parece importante destacar aquí como accedes e intervienes el archivo de otra disciplina, en este caso de un cirujano plástico, y a partir de su condición de fragmento lo resignificas…

Así es, y hay otra obra en la cual la recolección es super importante también, y te la quiero contar porque es relevante para las series fotográficas posteriores, que es como la construcción de una casa, que expuse en Casa Plan en Valparaíso, es una instalación y la construí de fragmentos de casas destruidas para el terremoto del 2010, construyo esta pequeña casa que es puro fragmento recolectado, puras memorias de otros lugares…

Tomando en cuenta estos procesos de reconstitución a partir de fragmentos, no puedo dejar de hacerte una pregunta más política, ¿crees tú que la nuestra es una sociedad fragmentada?, o más, ¿que debe fragmentar para dominar?

Sí, muy cierto, primero se ha como estandarizado la situación de individuo, como si fuese algo malo sentirse uno, como si fuera un egoísmo. Yo creo que hay una potencia importante ahí y por eso me gusta trabajar con el autorretrato ya que siendo «una» es que puedes conectar con «otro», con «otre»; conociendo y por ende exponiendo eso, en el sentido de «me conozco», «sé lo que siento», por ende, lo puedo verbalizar, compartir, y hay otres que se están mirando de la misma manera…no somos individuos solos, y podemos compartir ciertas emociones y ciertos estados. La fragmentación es un poco eso, hacernos sentir que estamos solos, de que nadie nos va a entender, de que estamos enfrentados en una batalla hacia el éxito, o que tenemos que ser los primeros en algo, y esos nos separa, nos hace sentir cada vez más solos…

Consideras entonces que el artista estaría ejerciendo una conexión en esta sociedad fragmentada

En mi ideal yo creo que el arte une, observa y hace visible lo que pasa inadvertido, ya sea por moral o por historia; hay muchas cosas que no se observan porque se sienten normales y naturales pero que hacen daño, desde lo político, en las violencias domésticas, en lo afectivo también; el lugar del arte es poder evidenciar, nombrar, unir, mostrar, cambiarle los lenguajes a las cosas, creo que el arte genera experiencia y desde ahí ya no solo es que necesito mirar, entender o saber leer, sino que también huelo, siento, recorro, me pasan cosas, es muy parecido a educar, generas una experiencia en alguien más allá del contenido..

Volviendo a tu obra, específicamente a «Cárcel de Amor», que yo lo observo y me dice muchas cosas cinematográficas, ¿cómo lo concebiste, como te lo imaginaste?

Creo que ese proceso fue largo, desde chica me llamó mucho la atención la violencia doméstica, ya sea física o psicológica, ya simplemente por aquellas cosas que se supone que las madres tienen que hacer: alimentar a todes, servir, ordenar, limpiar, cuidar, postergarse, me llamaba mucho la atención y me dolía mucho que las mujeres de mi familia todas tuviesen ese rol, dueñas de casa, y porque yo nací mujer y no era lo que yo quería para mí, entonces me conflictuaba; creo que a partir de eso empecé a recabar en ciertos símbolos que aparecen después en «Cárcel de Amor», símbolos importantes en relación a eso, pero, en algún momento tuve una residencia en Madrid y me encontré con un libro que hablaba sobre la violencia doméstica, donde se abordaba esa problemática desde distintas miradas de mujeres, artistas, curadoras, antropólogas, y ahí empecé a investigar aún más, vi como otras artistas lo habían llevado a cabo, hasta que llegó el momento que me dije que tenía que elaborar una obra; me pasa a veces que siento que la foto me queda un poco corta, porque me gusta bastante la instalación, pero también en este caso sentí la necesidad de armar una puesta en escena para ser fotografiada, que podía ser recorrida, observada, y que también iba a poder fotografiar, como resumen el proyecto es la construcción de una mesa de comedor con cuatro sillas, las cuatro sillas son distintas, elegí las cuatro porque representan la familia nuclear por lo menos cuando yo me crie, es una mesa con los utensilios blancos, el mantel, los platos, las flores del florero-pensando también en el contraste posterior con la sangre; en mi historia familiar siempre existía esta mesa para navidad, para año nuevo, para la primera comunión y los cumpleaños. Se le daba mayor énfasis a la preparación de las mesas, se hacían más bonitas, se les adornaba con las mejores cosas, había un cuidado de momento importante, pero también ese momento importante venía asociado a un estrés, que es el que salga todo perfecto, que no haya errores, como una tensión. En las sillas y en la parte de abajo de la mesa que es como la tarima donde la construyo coloqué cera de piso roja. Esto obedece a mi recuerdo infantil del momento en que se enceraba la casa, luego de que las mamás habían estado haciendo el aseo durante días, era el momento en que la casa era un templo, como una señal de pulcritud a la cual no se podía entrar; todo quedaba muy brillante después de pasar el «chancho», pero era muy extraño porque la casa quedaba hediondísima, ya que la cera tiene un olor fuerte de la parafina, esa brillantez era también extraña porque era muy frágil, porque bastaba que alguien pisara el piso para que se estropeara todo. Para las personas que yo conocí tener la casa bien significaba que todo estaba bien, estaba todo bien con los hijos, estaba todo bien con la pareja, como una proyección en el hogar y en los hijos de las habilidades de la madre. Esto me gustó ocuparlo en relación con el uso de la cera en la instalación. Compré muchos kilos de cera para aglutinarla, para transformarla en una especie de carne, las sillas tienen esta cera aglutinada como si fuera un cuerpo abierto y herido; esto significó también una experiencia olfativa de incomodidad, porque la galería quedaba hedionda, al visitante ese olor le generaba repulsión al cabo de breves minutos, algo que era muy bueno en relación con la obra. Respecto a la sangre, esta fue fabricada con maicena y colorantes que voy cocinando, y a modo performativo la empiezo a verter en la mesa como si hubiese ocurrido un asesinato desde el puesto de la madre, pero esta sangre vertida también alimenta los platos, y aquí recordé lo religioso, como este «alimentar con el cuerpo y la sangre», aspecto interesante porque ahí también está la culpa y la sensación de que eso es lo correcto. Tengo que decir que la obra suscitó muchas sensaciones y activó recuerdos en mucha gente. «Cárcel de amor» simboliza la casa de la mujer que no trabaja de forma remunerada, que tiene dependencia económica del marido, la mujer encerrada, que cría a los hijos y no puede salir. Pero en este caso, el comedor para mí es lo más representativo de la sumisión.

En tu serie fotográfica «Deseo», observo una poética distinta, más vinculada a imágenes sobre la naturaleza, ¿puedes describir cómo se desarrolla esa poética?

Es importante deseo para mí, en varios sentidos, uno de ellos es que trato de conectar nuevamente con la emoción dentro de la fotografía, cosa que es compleja porque la fotografía es una imagen fija, que necesita al espectador, y que al ser imagen es muy evidente, porque dice lo que tiene ahí pero no avanza mucho más allá. Frente a eso es que quise empezar a trabajar la conexión emocional de la imagen, cómo esa imagen sin necesariamente ser evidente, ser explícita, pudiese conectar con pulsiones, sensaciones, o emociones del espectador…